miércoles, agosto 31, 2005

Si Menem lo hizo ¿quién hizo a Menem?.

Diálogos del Oso consigo mismo


Hubo en la Argentina, mi país, el eslogan de un ex presidente que se repitió hasta el cansancio pero, claro, de modo irónico: “Menem lo hizo”.

Pero mi pregunta de Oso es ¿Quién hizo a
Menem?

Y mi respuesta de Chentoso es triste pero real: los ochenta.

¿Estás diciendo entonces, Oso, que la virulenta
ola neoliberal que sacudió a buena parte del mundo durante los noventa es culpa de lo que se hizo en los ochenta?
Si y no. De lo que se hizo y de lo que no se hizo.

Porque tengo la sensación de que mientras Estados Unidos danzaba alegremente sus
años locos, también se estaba gestando la serpiente en su huevo.

Mientras nosotros descansábamos de la represión al ritmo del
Wadu Wadu se estaba gestando algo que no era precisamente la nueva era que cantaba Arco Iris.

Mientras fumábamos hasta lagrimear en sótanos húmedos escuchando a
Luca gritar: no se lo que quiero, pero lo quiero ya… había cráneos ahí afuera que sabían muy bien lo que querían. Y lo hicieron después.

Pero, Oso ¿qué podíamos hacer?
Nada. Pero siento que cuando no se puede hacer nada se puede hacer todo.

Pará de darte máquina, Oso. La historia tiene sus propios latidos y los que bombeamos el corazón del futuro somos nosotros mismos en el día a día. Ahora mismo, incluso.
Pero hace veinte años también nosotros bombeábamos el futuro y así nos fue. Los sesentosos tuvieron el
Mayo Francés, las minifaldas y los Beatles. Los setentosos tuvieron el sueño de la Revolución. Los ochentosos ¿La democracia?

¿Te parece poco?
Por todo lo que se hizo en nombre de la democracia, sí… me parece apenas un vuelto del sueño de la Revolución.

¿Qué te pasa Oso que estás tan pesimista? ¿Hoy te levantaste con la pata izquierda?

No. No es pesimismo. Es empezar a estar alerta. Después de todo, cada década es como una nueva movida en el ajedrez de la historia.

Claro, y los noventa nos hicieron jaque.
Si, pero ahora que lo veo al osito del nuevo milenio tomar la leche antes de irse a la escuela te puedo decir que podemos irnos a bailar el wadu wadu tranquilos porque para el jaque mate falta un montón todavía…



La imagen que ilustra este post es la reproducción de una obra de Raúl Albanece

lunes, agosto 29, 2005

“EL PORTEÑO” : Cuando la felicidad era investigar y escribir una nota.




Hoy, que El Oso Chento fue recomendado por el Weblog de Clarín, se da un lujo: cede la palabra a un periodista que hace honor al oficio pero sobre todo porque es el ejemplo de quien vive como habla: Alberto Ferrari.


Por ALBERTO FERRARI

Hay un momento fundacional de la revista El Porteño que uno recuerda como una escena de una película. Quizas se olvida de la trama en su desarrollo, pero no de una escena o un detalle. En mi caso es el piano del auditorio de lo que era Radio Belgrano estatal. Aquella "Radio Belgrado" para los fachos. Y recuerdo ese piano, porque sobre la lustrosa tapa negra Jorge Lanata leyó el acta fundacional de la cooperativa a mediados de 1985. En torno al piano, parados la mayoría, había de veinte o treinta periodistas: los "fundadores" de lo que fue durante casi diez años nuestra experiencia cooperativa y periodística.

Un año después hubo una fiesta para conmemorar el primer aniversario de la revista y Julio Spina, uno de los miembros de la cooperativa, consiguió para animar el festejo en Cemento a un grupo de jóvenes que se distinguían por usar pijamas, como Los Beatles flequillo. Era la Bersuit. La misma que ahora llena el Luna Park o el Cosquín Rock.

En lo personal, El Porteño me dió las mejores satisfacciones de mi carrera periodística. Fui el primero (junto al colega Alberto Ronzoni) en publicar a fines de 1987 dos notas consecutivas sobre Alfredo Yabrán, de quien recién en 1992 se ocuparía la revista Noticias.

También recuerdo la nota "La Reina se alzó con todo", sobre la corrupción durante la intendencia de Carlos Grosso, que publiqué en El Porteño a mediados de 1990, un año antes que lo eyectaran del cargo.

Y que decir de "Ali Baba y los cuarenta ladrones", una investigación del Beto Salinas sobre la corrupción menemista en tiempos del uno a uno, cuando Menem se daba el lujo de que a Erman González lo votaran como diputado por la Ciudad de Buenos Aires, en una especie de humillación para todos los porteños, pues el riojano lo único que conocía de Buenos Aires era el recorrido entre el Congreso y su casa en Barrio Norte. Jorge Asis, el vocero "intelectual" del menemismo calificó esa nota como "chiquitaje que revuelve la basura" en el programa de Mariano Grondona.

Tiempos felices para los menemistas, tiempos que se volvían duros para la revista, porque hablaba de una hetacombe, de la "represión que se viene", de la desocupación y la degradación social, mientras sus lectores de clase media, beneficiados por las cuotas del electrodoméstico, los viajes al exterior y el uno a uno, abandonaban las revistas contestarias para disfrutar del shopping como nuevo espacio público.

El Porteño era un grupo humano conflictivo y creativo. De debates estilo asambleas universitarias y semillero de periodistas que luego pasaron a engrosar otros medios. Principalmente Página 12, pero algunos también terminaron en Clarín, por ejemplo.

Fue una etapa en que la felicidad era investigar y escribir una nota. Vivíamos, hay que decirlo, de otros medios de comunicación que nos pagaban el salario. Eso nos daba la libertad y la posibilidad de jugar siempre al borde del offside. Pero ahí estaba la emoción y la pasión. Hoy sería casi imposible reeditar la experiencia. A los que estuvimos nos sobra la pátina burguesa y los que vienen tienen el estrellato metido entre ceja y ceja.

sábado, agosto 27, 2005

Lalo y El Fito


Año 1981. Las Madres de la Plaza de Mayo hacen su ronda como cada jueves. Quizás haya sido invierno. Lo seguro es que el infierno aún está dentro de la Argentina.

La
dictadura militar pinta todo de gris. Todo parece ser plano, sin color ni sabor.

Salvo por algunas gotitas de aire que empiezan a surgir, como la revista
"Humo(r)" con las crónicas de Alejandro Dolina y los reportajes de Mona Moncalvillo.

Y fue precisamente esta revista la que organizó aquel recital en un
estadio Obras que aún no era la "catedral del rock".

El viejo Frank

Año 1981.
Frank Sinatra viene a cantar a la Argentina. Lo trae Ramón "Palito" Ortega que aún no era -y quizás ni soñaba- ser gobernador de Tucumán.

El viejo Frank, con su fama de mafioso a cuestas, demostró tener código: no se rebajó a ir a la Casa de Gobierno donde lo habían invitado los dictadores que gobernaban el país. Ellos tuvieron que ir a saludarlo a su camarín.

Pero la entrada para ver a "La voz" es carísima. Y, como contrapartida, la revista "Humo(r)" organiza tres días de recitales en Obras con entradas baratísimas. Por el escenario desfilan
Piero, Cuarteto Zupay, Markama y un montonazo de grupos provinciales.

Lalo y el Fito

Desde Rosario había venido una banda integrada por
Juan Carlos Baglietto, Silvina Garré en voces; Rubén Goldín en guitarra y Fito Paez, en teclados. No los conocía nadie

Entre el público está
Lalo de los Santos, (1956 – 2001) (en la foto, a la derecha), rosarino, bajista, cantante y autor del himno "Tema de Rosario".

Lalo se había hecho conocido en su Rosario natal por haber tocado con un grupo mítico de esa ciudad:
"Pablo, el enterrador", donde también había tocado Goldín.

Cuando Fito Paez se encuentra con Lalo no lo puede creer: "¡Loco! !Vos eras de 'Pablo, el enterrador'!. Mirá, vamos a hacer una cosa. Yo vuelvo a Rosario, termino la secundaria y me vengo para acá y la rompemos".

Lalo por supuesto que le dijo que sí, le dio su número telefónico y se olvidó. Hasta que algunos meses después sonó el teléfono en su departamento de Floresta. Era la tía abuela de Paez
-la misma que moriría asesinada tiempo después junto a su abuela Belia- que le decía, desde Rosario: "Señor De Los Santos, mire que el Fito va para allá, llega esta noche a Retiro".

Lalo lo fue a buscar y se encontró con el flaco Fito Paez, rodeado de una cantidad inmensa de bolsas y teclados en sus estuches.

"Ahora Buenos Aires va a ser nuestra", cuentan que le dijo el Fito cuando lo abrazó en medio del gentío de la estación.

miércoles, agosto 24, 2005

Diego no pudo con su genio


A Diego se le fue de las manos y no pudo más con su genio...

"Lo hice con la mano porque nunca iba a llegar con la cabeza", dijo Maradona en su rol de conductor de televisión al confesar su verdad respecto del famoso gol contra los ingleses en el Mundial de México el 22 de junio de 1986.

Y uno se pregunta,entonces ¿en qué cabeza cabe?

Pero también uno se pregunta: ¿y quién le pidió al ex diez, que no usó la cabeza para el gol pero sí metió la mano que abra ahora la boca?

Los Reyes Magos son los padres, nos dijo Diego Maradona quizás cumpliendo alguna claúsula secreta de su contrato televisivo.

Si, está bien, queda muy lindo decir: "el que le roba a un ladrón tiene cien años de perdón", como él mismo ex diez dijo después...

¿Pero a quién le robó? ¿A Margaret Thatcher? ¿Al Príncipe Carlos? Y no... le robó a gente como nosotros, pero que nacieron, se criaron y son de allá. Ni siquiera a los kelpers que no quieren ser argentinos.

Porque ahora nos robó también a nosotros, argentinas y argentinos, cierta ilusión de
que todo estuvo bien, que fue algo legal.

Ya sé, no hace falta que me digan que la legalidad está construida desde el poder y, por lo tanto, es una manifestación más del imperialismo. Porque yo mismo lo digo.

Pero creo que hablamos de fútbol y no de lucha de clases.

Y hablamos de fútbol en una Argentina que en 1986 estaba diezmada por el exilio de compatriotas que no podían usar la cabeza ni las manos para trabajar aquí.

La Argentina del Punto Final alfonsinista y del Plan Austral de Sourrouille que terminaría infectando de nuevo de inflación al país.

Y también hablamos de fútbol en la Argentina que perdía ese año a Jorge Luis Borges que no simpatizaba para nada con ese juego de veintidos tipos corriendo detras de una pelota. Claro, Borges no sabía que los arqueros no corren.

En síntesis: cuando me enteré de la confesión del ex diez recordé al instante una canción de Joaquín Sabina.

Si, esa misma... "Mentiras piadosas"...

Cuando le dije que la pasión por definición no puede durar
como iba yo a saber que ella se iba a echar a llorar.
No seas absurdo, me regañó, esa explicación nadie te la pidió
así que guardatela, me pone enferma tanta sinceridad.

Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir
que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor.

Yo le quería decir que el azar se parece al deseo
que un beso es sólo un asalto y la cama es un ring de boxeo,
que las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan
se marchitan cuando las toca la sucia rutina.

Yo le quería decir la verdad por amarga que fuera
contarle que el universo era más ancho que sus caderas.
Le dibujaba un mundo real no una color de rosa,
pero ella prefería escuchar mentiras piadosas.

Y las caricias que mojan la piel y la sangre amotinan
se marchitan cuando las toca la sucia rutina.

Y cuando por la quinta cerveza le hablé de esa chica
que me hizo perder la cabeza estalló,
vas a callarte de una vez por favor.

Y así fue como aprendí que en historias de dos conviene a veces mentir
que ciertos engaños son narcóticos contra el mal de amor.

domingo, agosto 21, 2005

Decime dónde voy, contame cómo sos.


A mi amiga la Colo le divierte mi risa de Patán. Lo que ella quizás no tenga en cuenta es que crecer en los 80 y aprender a reirse como un perro es prácticamente la misma cosa.

Y ojo, Oso que no lo digo para hacerme la víctima ni nada que se le parezca. Sino porque es real: empezamos con los milicos, al poco tiempo la guerra de Malvinas, luego aquello de que con la democracia se come, se educa y se cura hasta llegar a los umbrales del menemismo...

Un poco mucho ¿no?

Acordate, Oso cuando prendíamos la tele y aparecía José Gómez Fuentes (el chabón de la fotito de la derecha) golpeando el escritorio y José de Zer corriendo, sin aire, tras los platos voladores.

Pappo aún tocaba con Riff, León Gieco todavía no tenía ataques de pánico y la revista Humo(r) salía puntualmente cada quince días.

Ahora, Oso, precisamente en el momento en que escribo esto sale el burrito del e mule para avisarme que se bajó "Blues de Dana".

Entonces miro el cielo, relampagueante, y le mando un guiño a Tony, mi hermano que está aquí, allí y en todas partes y me calzo los auriculares para empezar a escuchar...


La noche cae fría,
mojando en mi ciudad,

mi alma busca el día,
mis manos buscan paz,

qué larga es la agonía,
qué dificil es la salida,

de esta encrucijada
de estar y no ser nada.

Y si es que estás ahi,
gritame de una vez,

decime adonde voy,
contame como sos.


Y busco ese recuerdo,

vivencia de otros tiempos,

quizás este oculto dentro de mi cerebro.

Tal vez esté más lejos,
envuelto en mi alma,

en el mágico espejo
que refleja y que guarda,

la cura a mi dolor, es el sutil eslabón,
que une ayer y hoy.


Me cuesta tanto encontrarte

y sin embargo no te olvido

siento que tengo que buscarte,
para conocerme a mí mismo,

nostalgia de otro momento,

etapa gris de mi elemento,
lejano instante, muy lejano instante.


Pero la cosa va cambiando,

creo que va mejorando...



Y no puedo dejar de recordar que hace unos días vi en la revista Time que el único argentino entre los 25 latinos influyentes en los Estados Unidos es precisamente el autor de este blues, Gustavo Santaolalla.

Y tampoco evito el jugar con una frase conocida y decir; el 80 los prepara y el 90 se los lleva. Vaya a saber qué hará el 2000 con nosotros ¿No, Oso?

De todos modos,sigue girando en 33 rpm como un grito la voz de Santaolalla diciendo eso de... "la cura a mi dolor, es el sutil eslabón,/que une ayer y hoy".

viernes, agosto 19, 2005

¿Fin de época o fin de épica?


"Un sobreviviente de los ochenta", tituló Clarín hace unos días una nota que le hizo al actor y director Daniel Ritto quien estrena en Buenos Aires su película "Plástico cruel".

"A las tres de la tarde, Daniel Ritto llega a la nota como si surgiera de una obra de José Sbarra: cerveza tres cuartos en un puño, cigarrillo colgando de los labios, mirada algo turbia.", comienza el reportaje.

Y lo primero que se me viene a la cabeza es el estereotipo. Después vendrán las menciones a Enrique Symms y una galería de personajes infernales y reventados provenientes del bajo fondo de los ochenta.

Es más, siempre lo recuerdo a Symms por su aguda creatividad y su estilo de vida como en estado de realismo sucio permanente. Yo lo ví escribiendo a máquina en la redacción del viejo "Nuevo Sur" con el pucho en la boca y tomando whisky de una petaca que llevaba en el bolsillo interior de su sobretodo.

Yo mismo formaba parte de tribus parecidas que, al decir de Sabina, buscábamos el mar en un vaso de ginebra. O en mi caso, las estrellas en el bar Astral de la calle Corrientes.

Estaba también el Edu Sívori, nieto del legendario pintor, buscando casi con desesperación los últimos retazos de mística setentista en medio de tanto posmodernismo.

Estábamos todos en una película que finalmente nadie filmó.

Tal vez porque nos sucedió esa cosa terrible de no saber si llegamos demasiado temprano o demasiado tarde a la historia.

Hoy, según parece por lo que cuentan los diarios, Ritto asume el rito ochentista y se para desde el monólogo de un Bukowsky criollo a buscar, con más o menos desesperación que mi amigo Sívori, los últimos retazos de los ochenta.

Pero no sé por qué se me hace que sin la misma magia.

¿Saldremos a las calles como perros hambrientos a pintar Luca Vive en los paredones de la ciudad así como salieron alguna vez nuestros hermanos mayores a pintar Perón vuelve?

¿Cantaremos, medio herrumbados por el alcohol, aquello de aquí se queda la clara, la entrañable transparencia?

¿Lagrimearemos en silencio mientras leemos una vieja historia de "Buenos Aires me mata" de Laura Ramos?

Cuando Eduardo Sívori planeó aquella dulce locura que fue "Epitafio", una revista "ex-cultural" tal vez sin darse cuenta estaba anestesiando el fin de una época o, mejor dicho, el fin de la épica.

Se venía, claro, el pragmatismo y la política ya no era tomar el cielo por asalto sino apenas el arte de lo posible.

Hoy no tenemos película. O, tal vez la película está comenzando a ser filmada por nuestra memoria. Quién lo sabe ¿no?

martes, agosto 16, 2005

Julio y Leopoldo en el Mariano Acosta

A propósito que hoy reabre la Escuela Mariano Acosta luego de estar cerrada por orden de un juez, algunos ex alumnos que ahora son padres de alumnos recordaban algunas cosas de su paso por el lugar. Por ejemplo, Marcelo rememoraba:
"que en segundo año (1979) en ocasión del 105 aniversario de la escuela, la profesora Villanueva de Literatura repasó los nombres de los egresados "ilustres" y "aceptables" para la dictadura de entonces. Que Abel Santa Cruz, que Andrés Percivale, que el Mono Rojas (¿quién es el Mono Rojas?), hasta que a mí, inocentemente, se me ocurrió decir "Julio Cortázar". ¿Podés creer que me negó que Cortázar estudió en el Acosta? Y no estoy hablando de una profesora de Geografía, ni de Matemática. ¡Una profesora de Literatura!"
Para completar esta anécdota de Marcelo, estaba recodando que la profesora Villanueva tampoco le debe haber hecho un lugarcito en su memoria a don Leopoldo Marechal, que cursó su secundaria en la escuela a partir de 1916. Marechal es, para mí, uno de los escritores argentinos más completos y, por otro lado, más negados por la elite intelectual argentina.
Y tanto a Marechal como a Cortázar no los une sólo la Escuela Mariano Acosta, lugar donde no se conocieron, sino el apoyo que dio el autor de "Rayuela" a la aparición de la primer novela de Marechal "Adán Buenosayres". Y, sobre todo, a la carta que muchos años después le enviara Cortazar a Marechal, donde le escribió:

"Me divierte pensar que Horacio Oliveira se ha juntado alguna noche con el grupo de porteños que vagan por los suburbios, y que lo han recibido como a un amigo. Me divierte y me conmueve imaginármelo junto a ellos asistiendo al glorioso encuentro del taita Flores con el malevo Di Pasquo, saboreando hasta las lágrimas el zapatillazo del pesado Rivera en la cabeza de Samuel Tesler. No cualquiera, creo, tiene entrada al velorio del pisador de barro. Yo agradezco por Horacio, y miro por sobre su hombro."


Por eso, cuando Martha, otra mamá del Acosta, recuerda que:

"El año pasado, cuando en familia salíamos del "festejo" por un nuevo aniversario de la escuela, vimos que por la puerta de la esquina de 24 de Noviembre y Moreno, estaban sacando a la calle varios bancos de madera, esos antiguos con la barra de hierro en sus bases que los mantenía fijos en tres o cuatro hileras, con el orificio para el tintero (recuerdan? discupen los jovenzuelos jeje!). Preguntamos por qué los sacaban y nos respondieron que los estaban TIRANDO. Como pudimos, optamos por cargar uno en un taxi (son muy pesados), lamentando que quedaran allí varios abandonados, pues son una reliquia. Con un mínimo retoque de un carpintero, ese banco hoy está en nuestro living. A nuestros hijos les dijimos, quizás está en casa un banco en el que se sentó Julio Cortázar... "


Y también, Martha tal vez en el mismo banco donde se sentó Leopoldo Marechal con su Adán, su Samuel Tesler, su Elbiamor...

lunes, agosto 15, 2005

El rigor del destino


Siempre hay una excusa para recordar o hablar de algo. "Es que este blog es una gran excusa", me corrige aquí el Oso Chento que aún no se ha puesto a escribir. Y hoy la excusa es 1985. Año del lanzamiento de los australes en vez de los pesos y la aparición de un joven ministro de Economía, de oscuros anteojos y que hoy se cuenta entre los jubilados de privilegio que cobran $3.780 pesos por mes, a pesar de no haber cumplido aún 65 años. Se llama Juan Vital Sourrouille, pero no viene al caso. Pero no nos vayamos de tema. La idea es hoy poder acercar las sensaciones que deja una película estrenada en Buenos Aires ese año: "El rigor del destino", que dirigió Gerardo Vallejo. Lamentablemente no conseguí alguna de las bellísimas imágenes de este film épico y popular. Pero sí conseguí un testimonio de Vallejo sobre el 24 de marzo de 1976 tomándoselo prestado a mi amigo Domingo Schiavoni y que publicó en la lista de correo Reconquista Nacional.

Gerardo Vallejo fue el co-director de "La hora de los hornos", junto a la dupla Solanas-Getino. Tengo para mí el honor de haber visto y escrito la crítica de "El camino hacia la muerte del viejo Reales", su mejor film documental, allá por 1972 en Tucumán, desde el dinamitado diario "El Pueblo", antes de que la película terminara de pasarse en limpio en Madrid, con Gerardo ya exilado. Una historia de miseria y oprobio que intentó con fecundo éxito plasmar en arte cinematográfico la obscena liquidación de la industria azucarera, por decisión del ministro de Economía Salimei en 1966, cuando ordenó el cierre de once ingenios.
También a Gerardo tengo el orgullo de conocerlo, aunque le he perdido la pista hace varios años.


Nuestros ojos no volverán a mirar como antes del 76

Gerardo Vallejo *
* Cineasta

24 de marzo de 1976. En esta fecha se inaugura finalmente en la Argentina la destrucción de todos los sueños.. Se legaliza, es legal, desde el poder del Estado, someter, violar, humillar, la felicidad de un Pueblo y la grandeza de una Nación Justa, Libre y Soberana, que había resistido desde 1955 todos los intentos por destruirla. Pero nuevas juventudes reconstruirán los sueños; es la condición de ser jóvenes.

Recordar lo pasado, recuperar identidad y memoria, dejando testimonio de lo que se vivió, es deber de los que pudimos sobrevivir a tanta destrucción, y es nuestra única manera de proyectarnos al futuro. Aunque como decía German Abdala "nuestros ojos no volverán a mirar como antes del 1976". La mirada interior, desde el alma, que guiaba la cámara de EL CAMINO HACIA LA MUERTE DEL VIEJO REALES (1968/71), era el amor y la felicidad de compartir con una familia desamparada, humillada y ofendida, un destino común, y la certeza de que lo revolucionario era eso, que ellos fueran PROTAGONISTAS DE UNA PELÍCULA. Así es que hoy su testimonio sigue siendo inapelable. Perón lo había dicho: "estar junto al pueblo que nos ofrece su misteriosa creatividad y lo convierte a su vez en testigo inapelable".
Confirmando esto quiero contarles como surgió la primera secuencia de EL RIGOR DEL DESTINO, esa metáfora sobre el golpe militar del 76, en la que dos hombres persiguen, enlazan y encierran en una jaula los perros de un pueblo tucumano mientras en la banda de sonido se escucha el primer comunicado de la Junta Militar que legaliza el Terrorismo de Estado. En 1983, al regreso de los ocho años de exilio, un domingo en la casa del flaco De Santis, único sobreviviente del Secretariado de la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera) en su prefabricada de Lules me contaba sobre los asesinatos y desapariciones de los compañeros. En ese momento un gran alboroto en la calle nos descubrió a la PERRERA cazando con lazos los perros. El flaco que había pasado seis años en Sierra Chica, al ver esto me dijo: "- así se llevaban a la gente". Esa imagen quedó grabada en algún lugar y broto al empezar el guión de la película.
Con lo que queda claro que yo en cine nunca inventé nada, todo estaba,
existía en la realidad o en la memoria del pueblo, y mi tarea era ordenarlo, sintetizarlo y expresarlo. Creo que en todas mis películas se puede constatar esto, incluso en las que solo el pueblo tucumano aun guarda en su memoria y nadie más pudo ver porque fueron destruidas por ese mismo golpe militar, los TESTIMONIOS DE TUCUMÁN, una serie de 26 películas de 20 minutos cada una que producía la FOTIA y se pasaban en el Canal 10 de la Universidad de Tucumán. Después del EL VIEJO REALES, terminada en 1971 en Roma iniciamos esta serie de Testimonios. Durante el 72, 73 y 74, realizamos este trabajo
con el Negro Delgado y Raúl Zelarrayán (dirigente de FOTIA) en la
Producción. Fueron las mejores películas que realicé en mi vida. Se
paralizaba todo Tucumán cada viernes a la noche en que se emitían y luego eran el tema de discusión y análisis en todas las escuelas, los lugares de trabajo, etc.
En la madrugada del 23 de diciembre de 1974 una bomba estalló en el frente de la casa de mis padres. El futuro golpe de estado ya no admitía esas imágenes ni su repercusión.
La primera etapa del exilio fue en Panamá y el trabajo junto al Gral. Omar Torrijos, con los documentales LIGAR EL ALFABETO A LA TIERRA, BAYANO PRIORIDAD UNO, UNIDOS O DOMINADOS, y COMPADRE VAMOS PA´ LANTE (con Torrijos de protagonista). Allí estaba cuando aquí se produce el golpe maldito. El día anterior la Radio había anunciado el asesinato de Atilio Santillán, Secretario General de FOTIA. Recuerdo en especial ese día en que mi alma se derrumbó por un abismo y encerrado en mi dormitorio lloré hasta la noche.

Al día siguiente el golpe...

Después los seis años en España y finalmente el ansiado retorno. Como
siempre fueron los trabajadores organizados los que permitieron nuevos
testimonios: LA DIGNIDAD QUE CONQUISTAMOS, con la MARCHA BLANCA de CTERA, LOS ASTRONAUTAS DEL SOCAVON, LOS CAMINOS DEL RIO, ASI TAMBIEN LOS MATAN, con ATE. El homenaje a la militancia que fue EL RIGOR DEL DESTINO y el intento de recuperar identidad y memoria de CON EL ALMA.
Germán Abdala no se equivocó al decir que nuestros ojos no volverían a mirar como antes de 1976, no. Nunca más la ingenuidad y la inocencia, la carga de dolor nos cambió la mirada, pero desde el más profundo dolor de todo un Pueblo volveremos, empecinadamente, volveremos...

SINTESIS DE LA FILMOGRAFIA DE GERARDO VALLEJO

- Nace el 4 de enero de 1942 en San Miguel de Tucumán.
1965: Diplomado como Director de Cine Documental en el Instituto de
Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral que dirigía Fernando Birri.
1968: OLLA POPULAR, cortometraje de cuatro minutos.
- Participa como Asistente de Dirección y Producción en la realización de LA HORA DE LOS HORNOS, de Fernando Solanas y Octavio Getino.
1968/1971: EL CAMINO HACIA LA MUERTE DEL VIEJO REALES, su primer
largometraje. Ya en su realización perseguido por la Dictadura Militar
(Lanusse). Terminado en Roma en 1971.
1972/1974: TESTIMONIOS DE TUCUMAN, serie de 24 cortometrajes difundidos por Canal 10 de Tucumán, Producidos por la Universidad Nacional de Tucumán y la FOTIA (Federación Obrera Tucumana de la Industria Azucarera).
1974: En diciembre un atentado terrorista contra la casa de sus padres lo obliga al exilio.
Los "TESTIMONIOS DE TUCUMAN", más de 12 horas de material, son destruidos por el Proceso Militar.
1975/1976: Convocado por la RAI (Radio Televisione Italiana) con motivo del golpe militar de Argentina, realiza en Roma, 5 Programas Especiales sobre Argentina, (de 1 hora de duración cada uno) utilizando material de archivo de la propia RAI y de films argentinos.
1978: REFLEXIONES DE UN SALVAJE, largometraje testimonial filmado en
Cespedoza de Tormes, pueblo español de donde emigró su abuelo pastor a la Argentina.
1979: Crea en Madrid una Escuela de Cine por la que en tres años pasan más de 150 alumnos.
1984: Regresa a la Argentina. El libro UN CAMINO HACIA EL CINE es editado por El Cid Editor. La edición de 7.000 ejemplares se agota en cinco meses.
1985/ 89: EL RIGOR DEL DESTINO, su tercer largometraje, filmado en Tucumán, con el que obtiene gran éxito de crítica y público en todo el país.
- Crea en Buenos Aires un Taller de Cine de donde surge el Grupo de Cine Martín Fierro, autores del Videofilm EL OTRO PAIS. Premio al Mejor
Documental de UNCIPAR.
- Para CTERA realiza el Documental LA DIGNIDAD QUE CONQUISTAMOS,
testimoniando la MARCHA BLANCA DE TODOS LOS MAESTROS DEL PAIS.
1993/1994: Realiza su cuarto largometraje titulado CON EL ALMA.
- 1996: El 10 de diciembre, aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos recibe el PREMIO "MEMORIAL DE LA PAZ Y LA SOLIDARIDAD ENTRE LOS PUEBLOS" otorgado por la Fundación Servicio Paz y Justicia "En reconocimiento a su tesonero rescate de la memoria popular".
- El 12 de junio de 1997 recibe una plaqueta recordatoria como homenaje de la Honorable Cámara de Diputados de la Nación a su trayectoria que dice "La Honorable Cámara de Diputados de la Nación a Gerardo Vallejo en reconocimiento a su trayectoria artística en defensa de las causas populares y al valiente aporte realizado a la Cinematografía Argentina"

domingo, agosto 14, 2005

Mientras espero a El Oso


Snoopy me mira y tiene al pajarito ese en la cabeza. Que pretende marcarle el rumbo como si fuera veleta.

Yo también tengo pajaritos en la cabeza. Pero me desorientan. O me orientan de otra manera.

¿Alguna vez te preguntaste si quien te desiorienta te occidenta?

Nada… canta Sinead O’Connors mientras que del otro lado de la casa se han ido a dormir o están en eso.

Mientras se escribe con las mismas letras que mentiras.

Ahora mismo hay un lugar en la ciudad donde podría ser feiz. Lástima que no sé dónde está. Y estoy tan desorientado, no sabés, que quizás sea en este mismo sitio y yo aún no me doy cuenta…

Ya sé que esto no tiene mucho que ver con El Oso Chento pero me quedé esperándolo como un paparulo.

Y para colmo ahora empezó a sonar “Nothing compares 2U” y quién se lo banca…

Yo no. Por eso me permití estas palabras.

Mil disculpas.

Quizás no vuelva a suceder.

En la ciudad de la furia

Post Travolta y pre Soda Stereo, la década del ochenta acarició las calles de Buenos Aires como una lamida de silencio.

Desde hacía años el país estaba encadenado, amordazado por una invasión militar perpetrada por los propios militares argentinos.

Ocultos en edades mínimas que lo libraban de toda sospecha, la nueva generación crecía atesorando discos de vinilo que habían pertenecido a los hermanos mayores.

No sabíamos, claro, que la historía nos iba a arrojar a muchos de nosotros por un tobogán cruel cuyo destino era una guerra, Malvinas...

Hasta ese momento sentíamos en plena oscuridad cómo miles de cuerpos eran arrojados por las bocas negras de los centros clandestinos de detención y tortura. Arrojados a esa zona ambigua y desesperante que es la "desaparición".

Después de 1982 comenzaron a llegar otros cuerpos. Los mutilados, fragmentados de la guerra.

"Sólo le pido a Dios"
, cantaba León Gieco por aquel entonces.

Mientras, la generación de los ochenta crecía entre esquirlas y cercenamientos.

"Sólo le pido a Dios", cantaba León Gieco por aquel entonces, cuando nosotros, sin saber ya a quien pedirle, comenzamos a hacer por nosotros mismos. Rompiendo cascarones y algunos huevos.

Los ochenta, se habían puesto en marcha.

Bienvenidos a este espejo retrovisor de una generación que no quiere olvidar la tristeza pero tampoco las caricias.