domingo, septiembre 04, 2005

No se puede tapar el futuro con un disco de Bob Dylan

Anoche vi “La balada de Jack y Rose”, una peli de Rebecca Miller, la hija de don Arthur.

Es una historia situada en los Estados Unidos, durante los 80 pero en un lugar que quedó aislado, en todo sentido, de la estética y el latido ochentoso.

Es un sitio donde los sesenta se instalaron en forma permanente con el convencimiento de que no tenían fecha de vencimiento. Pero, como todo, en algún momento de la historia comienzan a dar mal olor.

El argumento de la peli es la hermosa relación que tiene Jack (Dani Day-Lewis) con su hija adolescente Rose (Camilla Belle) en un entorno bucólico, post hippie con reminiscencias de ácido lisérgico y Woodstock.

Y el conflicto estalla cuando las ansias comerciales de un constructor pretende hacer un emprendimiento inmobiliario violando, mediante sobornos a los legisladores, (ah, ¿ustedes creían que eso pasaba sólo en la Argentina o Brasil?) la imponente naturaleza del pantano que cuida Jack como si fuera el bueno de Shrek.

Y es que ahí está su casa. Pero no solo su casa. Ahí están ¿enterrados? los sueños de paz y amor, de flower power, de la comunidad libre de hippies que finalmente quedó pulverizada por la aplanadora de la historia.

Una aplanadora que ahora se corporiza en la máquina del constructor contra la cual Jack arremete a balazos.

“Si tu te mueres, yo me muero”, le dice Rose a su padre. Él, que un ataque cardíaco lo dejó vulnerable, le pide que no lo diga. Que haga de cuenta que no lo ha dicho nunca. Quizás porque él siente que siguió viviendo como si nada hubiera muerto a su alrededor.

Sea así o no, la verdad que no importa cómo termina la película sino como sigue la vida.

Sobre todo porque no se puede tapar el futuro con un disco de Bob Dylan como tampoco se puede incendiar el mañana como Jimi Hendrix hacía con su guitarra luego de haberle extraído toda la magia.

Aunque, ahora que lo pienso, no sé muy bien si eso es bueno o malo…


Una curiosidad que descubrí recién: ambos intérpretes trabajaron con directores argentinos. Dani Day Lewis protagonizó "Eternas sonrisas de New Jersey", de Carlos Sorin. Mientras que en 1999 cuando tenía 12 años, Camilla Belle, lo hizo bajo la dirección de Alejandro Azzano en "Secreto de los Andes".

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