sábado, septiembre 10, 2005

Me gustaria escribir como Laura Ramos

Me gustaría escribir como Laura Ramos en los tiempos de “Buenos Aires me mata”. En verdad, creo que Laura hizo el primer blog de la historia, sólo que lo tuvo que hacer en el papel diario de “Clarín” porque aun no existía Internet.

Hoy sería muy bueno que Laura hiciera un blog. Si alguno de ustedes se la cruza por ahí, háganle la sugerencia. En serio que sería muy bueno.

Me acuerdo que ella escribía en segunda persona. Por ejemplo: “¿Saben que tiene ella de buena chica? Nada”, arranca su crónica de Josi, una chica pura ambición a la que los años noventa le calzan como un vestido a medida.

Por aquellas “páginas garabateadas en las servilletas de bares y discotecas”, pasó el Chico Aguja con todas sus historias tristes.

Es que Laura Ramos fue, de alguna manera, nuestro Dickens de los 80 y un dique donde se acumulaban las aguas turbulentas de aquellos tiempos.

Por eso no es casual que empiece una de sus crónicas preguntándonos: “¿Querían una historia de Navidad? Aquí va. Pero les advierto que bien podrían hacer cualquier cosa para calentar su alma antes que leerla. Es más triste que el diablo”.

Y tiene razón. Porque el terror en la Argentina no pasó por las historias de aparecidos sino todo lo contrario, por la historia de los desaparecidos. Desaparecidos como los padres del pibe de esta historia.

“Les estoy contando historias. Créanme”, cita Ramos directamente a Jeannette Witerson, en las primeras páginas de su libro.

Ramos, es hija de uno de los más grandes de la política argentina, Jorge Abelardo “El Colorado” Ramos, a quien le dedicó estas palabras. Algo así como un autorretrato literario.

Por lo que insisto que, definitivamente, me gustaría escribir como Laura Ramos en “Buenos Aires me mata”. Pero como sé que eso no es posible, le pido permiso desde aquí para publicar alguna de sus historias.

Historias que ella escribió con la tinta aún tibia de lo que pasó recién. Historias con personajes como González, ese chico que “vive en un edificio a medio derruir en la calle México” y que a “sus diecisite años vio unas cuantas películas de la vida real”.

Y es que Laura tenía ojos de película porque con ellos hacía ese film continuo de una generación que se iba acomodando a un mundo y a una historia que jamás lo habían tenido en cuenta.

7 comentarios:

Josi dijo...

hablando de josi
solo qu eyo soy chico y no chica.

vi el link a sonamos y memocione.
gracias!

Alvaro dijo...

llegue acá leyendo a Piscitelli, saludos de un bloguero desanimado pero con motivaciones extraordinarias...

Anónimo dijo...

Hola! Recuerdo lo mucho que me emocionabn esas historias. Yo tenia por entonces 13 años, habia cosas que no estaba seguro de entender del todo. Y ahora busco, con poco exito, huellas de esa columna de Laura Ramos. ¿tenes algo de Bs.As. me mata? Si me podes ayudar, avisame a ragnafloyd@hotmail.com. Muchas Gracias

Anónimo dijo...

seria genial conseguir los libros de laura ramos, yo solo tengo buenos aires me mata, de los otros 3 creo es muy dificil encontrarlos.

saludos.
Micky

Anónimo dijo...

Genial!!!! Me mataban esas historias. Pero solo leí algunas y un libro muy lindo de historias del rock nacional en los 80, también de ella, "Corazones en Llamas". Alguien tiene algun dato de ¿como conseguir "Buenos Aires me Mata" en la web?, porque en librerías hace años lo busco y nada. Agradecere dato.
Muchas gracias.
nestor3883@hotmail.com

PS dijo...

me acuerdo de buenos aires me mata 12 ó 13 años tenia, en mi ciudad leyendo esas historias que te transportaban.....jajaja el chico adicto al jarabe esperando a su novia "cat" nooo!!!! que hermosos recuerdos

Maldoror dijo...

A mí me gustaría escribir como el padre de Laura. Ciertamente son dos obras dispares, tal vez unidas por una vocación de encontrar un aliento épico en historias de gente "común". Los gauchos del Colorado Ramos son protagonistas de una Historia grande (a pesar de su derrota final y definitiva), los personajes de Laura ("resbalando por los planetas" mientras usan "pintalabios rojo pasión") son los restos infinitesimales de aquel naufragio primigenio que nutre la prosa de su padre. Ciertamente una muestra de humor angélico.